Tengo un especial cariño al recuerdo de mi primera visita a la comunidad ecuménica de Taize, en Francia. Fue por allá, a mediado de los 70. Me había enterado de los planes del Hermano Roger – fundador de la comunidad – de visitar Latinoamerica, que andaba por aquellos tiempos muy revuelta. De hecho el Hermano Roger llegó a Chile el día siguiente del golpe de Pinochet. Y yo, como emigrante latinoamericano en Europa, estaba muy interesado en hablar con el. Contarle mi propia experiencia de mi país de origen, Uruguay. En fin, augurarle mucho éxito en su visita, que sabía podría ser muy provechosa para Latinoamerica, que estaba sufriendo mucho en aquel momento.
Participé el primer día de mi vista a Taize, de una preciosa celebración en una carpa repleta de gente joven, venida de todo el mundo. Vi de lejos al hermano Roger, pero, había demasiada gente entremedio, pensé : «me va a ser muy difícil llegar hasta el «.
Al terminar la celebración todo el mundo salió de la carpa que se quedó totalmente vacía. Un solo rayo se sol entraba por una rendija de la carpa y se proyectaba contra el suelo, creando un pequeño espacio iluminado en la gramilla.
Me senté allí, debajo del rayo de luz, y cerré mis ojos .
Al rato noté unos pies delante mío, levanté la vista y allí mismo, sonriéndome, estaba el Hermano Roger.
– Bon Jour – me dijo – y yo pensé que estaba teniendo una visión.
– Bon Jour – le respondí – je sui latinoamerican…y quería justamente hablar con usted – continué en español, apresuradamente, como si temiera que la visión desaparecíera.
– Ah – dijo él enseguida – tú debes ser el chico de quien me habló un hermano…
Le había dicho a un hermano de la comunidad, no bien llegar a Taize, de mis intenciones de conocer al Hermano Roger, pero, sinceramente, no imaginé que se lo iba a decir y menos que tan rápidamente iba a lograr encontrarme con el.
Y comenzamos a hablar mezclando todos los idiomas del mundo, ja… ( en ese momento yo no había ido a Inglaterra aún, donde aprendería, unos años más tarde a defenderme bastante bien en inglés, así que chapurreaba en aquel momento, solo francés, italiano, portugués…y sobre todo…el idioma de las manos )
El Hermano me escuchó muy atentamente, y sentí que se identificó con mi preocupación por la crisis que padecía en ese momento, Argentina, Chile, y mi propio país, Uruguay.
Le conté rápidamente cómo había transcurrido mi vida, y comprendió inmediatamente mi dilema espiritual al haber sido educado en un colegio católico, pero que luego mis padres se habían acercado a una comunidad evangélica.
– Yo también he vivido eso – me dijo – el corazón partido…Mi padre evangélico y mi madre católica… Te entiendo…
Y se alegró cuando le dije que sentía un llamado, un deseo en mi corazón, de traer reconciliación.
– Ahora que vives en España – me dijo – haz lo que puedas por fomentar el diálogo. España está muy necesitada de vínculos de unidad…de reconciliación, de perdón…
– Pero sabes – me dijo – si quieres ser puente, recuerda…que te van a pisar de los dos lados…
Nunca he olvidado esas palabras proféticas que me dijo el Hermano : » si quieres ser puente, prepárate, porque te van a pisar de los dos lados »
Al final de nuestra charla el hermano tomó mis dos manos y me preguntó:
– ¿ Puedo besar tus manos ? – Yo le dije que sí, con un movimiento de cabeza- y se inclinó hacia mí y besó dulcemente las dos palmas de mis manos.
No había dejado de sonreír durante todo el tiempo que habló conmigo. No sé cuánto duró nuestro encuentro, si unos minutos o un siglo… El recuerdo de aquel encuentro se ha quedado grabado con fuego en mi corazón, y me ha acompañado, especialmente, durante los momentos más difíciles y dolorosos que me ha tocado vivir.
Se fue caminando y me quedé sentado en aquel lugar, mientras el rayo de sol siguió iluminándolo.
Cuando hace unos años, escuché del asesinato del Hermano Roger, por manos de una persona desequilibrada que le clavó un cuchillo, en aquel mismo lugar donde yo hablé con él, no me extrañó. El hermano Roger era un ser libre, y no ponía ninguna separación con la gente. Murió como vivió.
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